jueves, 1 de enero de 2009

El solo.

En el solo de guitarra y armónica que solemnemente le dedicaban a la memoria de su padre, el bajista rudo y sus acordes hicieron brotar más de una lágrima al guitarrista que lo esperaba. La letra era hermosa, pero recordó algo que le desgarró el alma, y mientras se mordía la comisura de los labios tocando con fiereza, lloró poco por aquel que le enseñó la belleza de la música.

La sala de la casa, toda amarilla y retocada de peluches navideños y moños baratos, era el escenario de la pieza que los hermanos titularon "the sad but loyable memory blues", en el que, con dos o tres versos hechos sobre el tiempo, le cantaban a la alegría de tener un padre tan bueno, y le pedían coraje a la mamacita santa para que no perdiera los estribos con otro año de la partida de su hombre. Todos aplaudieron al final, con algunas sonrisas lagrimientas, especialmente las de la madre, que orgullosa se incorporó a la ovación, a pesar de que era sorda.